sábado, 14 de marzo de 2015

Del luto de la eternidad al amanecer del existir hoy (clave de pistilogía)

Para no fallecer en la "dulce espera" de la eternidad, he descubierto que hay vida antes de la muerte y que necesito de los ejercicios, la filosofía y la escritura para poder ser yo y dejar de esperar "ser" en un momento determinado. Han pasado larga noches donde el deseo de eternidad simplemente carcome la vida, posponiendo lo presente por el deseo de ser algo superior a lo establecido y que hemos recibido, el luto de la vida optimista se esconde detrás de frases que parecen ser conducidas por la irracionalidad: "busco la felicidad", mientras que sólo existen y viven de reglas y modelos impuestos con categorías de pensamiento antiguas y que hoy en día no son sostenidos con tanta validez como en el pasado, para lo cual haría falta una dosis de realismo sacado de un sencillo paseo por la plaza de nuestra localidad. Dos categorías a rescatar: los seres humanos son egoístas, los seres humanos son compasivos. 1.- Los seres humanos somos egoístas: la selección del mejor, la reproducción y la subsistencia son pilares de la conducta de cada ser humano por muy refinado que sea su comportamiento social, reconocerlo implica la humildad de su condición, porque "seleccionar", "reproducir" y "subsistir" significa o es sinónimo de muerte, de animalidad y maldad; buscamos ser satisfechos. 2.- Los seres humanos somos compasivos: una de las mejores armas para la subsistencia ha sido desarrollar el compasión por nuestros seres queridos, la misma nos ha permitido revalorar la persona que tenemos a nuestro lado, y ha conducido nuestra condición de maldad para tener un límite desarrollado por el cultivo de la razón, que se asemeja a darle valores a quienes amamos, de tal modo que podemos decir que no hacemos el mal de nuestra condición egoísta porque obtenemos beneficios de la relación de amor que nos embarga hacia el otro ser amado, querido, protegido o beneficiado de nuestra acción; damos y recibimos. Está amaneciendo una fuerza que nos empuja a valorar lo presente y a no conformarnos con metarelatos que desconectan nuestras fuerzas del trabajo diario, nuestras ganas de ser más, nuestro empuje hacia lo mejor, nuestro goce; a cuenta de esperar, esperar, esperar.... algo que no termina de llegar y que es reeditado en sus argumentos de cuando en cuando. Antes del amanecer, se están consolidando tres condiciones que fluyen en las personas: caen dioses y diosas, desaparecen espacios no explicados, empezamos a saber a donde nos dirigimos y lo que deseamos: el bienestar de la humanidad. Foto: El café de la noche, Van Gogh (1888)

sábado, 7 de marzo de 2015

Por qué creemos? el campo de la pistilogía

El argumento histórico sobre la existencia de la divinidad ha cruzado todas las religiones y todas las culturas, Teo llegó a decir: "¿Cómo que la existencia de Dios es una pregunta sin respuesta? -dijo Teo, riéndose" (El Viaje de Teo, edit. Siruela, 1999) Preguntas para iniciar: ¿es necesario creer? ¿se puede saber y creer en lo que se sabe? ¿la fe sólo se aplica a lo religioso, o se puede hablar de tener fe en si mismo? ¿creer limita el saber, o viceversa? El miedo, la muerte, el más allá, en fin, todo los sujetos que remontan la imaginación a lo que se concibe como trascendencia, presumimos que conducen al ser humano a elaborar un entramado que le permite sujetarse a su vida por temor a perderla, parece que los seres humanos prefieren creer en algo, ¿creer salva? saltan muchas preguntas. En un primer momento, los dioses y diosas en sus diferentes presentaciones histórico-culturales han venido a ser los dueños del creer, por muchos siglos fueron sus dueños, y el "creer" pasó a ser el calmante de la creciente reflexión humana, aquí nombramos algunos antiguos dueños de la creencia humana: los truenos, el sol, la luna, la lluvia; posteriormente: Apolo, Zeus, Abraxas, Ra, Amón, Brahma, etc... y la lista seguirá creciendo con el paso de los siglos. Desde un segundo escalafón, la creencia es un motor que empuja a las personas a ser más: más vivos, más fuertes ante adversidades; de la misma manera que los ha empujado a ser "más" y "mejores", también los ha llevado a ser "malvados" y "despiadados", lo que equivale a afirmar que la fuerza del creer nos puede empujar a ser los más compasivos tanto como los más viles asesinos. ¿Creer no asegura el camino de la benevolencia? Si en el siglo XIX Nietzsche llegó a expresar que dios había muerto, sin duda alguna en el siglo XXI no sólo revivió sino que se multiplicó, porque, ya las disputas no se tratan sobre la existencia de dios, sino sobre cual dios es más poderoso.¿necesita un dios demostrar su superioridad? muy parecido esto a las disputas de los dioses griegos. Sin duda alguna creer es una inmensa fuerza que genera el incansable humano para poder sobreponerse a su día a día a y su finitud que tanto le rechina en su mente, así surge el amor como creencia en el afecto que nos da el otro, creemos en la hermandad y así han surgido las familias, creemos en nosotros mismos y por eso aprendemos y enseñamos. Creer es un motor! Pienso en el creer y me surgen al menos dos aplicaciones: A.- creemos para mitigar el sentimiento de desdicha ante la muerte. B.- creemos porque reflexionamos y lo que obtenemos lo sujetamos a nosotros o a un dios convertido en creencia, de ahí es que se dice como apotegma de la teología universal que "el hombre es un creyente", dicho a nuestro modo "los seres humanos son creyentes", y eso estudiamos aquí.